lunes, 19 de marzo de 2007

Chocontá en Si bemol.


Es tierra sagrada para todos los chonconteños. Es un pueblito pequeño que cuenta con la fortuna de estar muy cerca de la capital colombiana. Lejos de ser un pueblo miserable, esta población de musical nombre tiene una de las principales atracciones que mi paladar ha disfrutado. El lugar está ubicado en el marco de la plaza, de frente a la iglesia, y junto al teatro del pueblo. El local tiene unos diez metros de largo por cinco de ancho, adornado con piezas dignas de un anticuario, una máquina de escribir un saxofón plateado y vetusto se exhiben en un mueble de madera. Protegidos por un cristal, causan el efecto museo a todos los comensales del lugar. Los manteles de cuadros blancos y rojos cubren las amplias mesas de madera. Es una casa de arquitectura puramente colonial, ya saben, tejas de barro, blanca la fachada, ventanales de madera, y sus habitaciones se reparten alrededor de un patio central. En el baño para caballeros, hay garabateados algunos nombres y consignas en contra del presidente de la república. La presión del agua en el baño es muy débil. El inodoro no alcanza a deshacerse de su asqueroso contenido, y el hilillo que cae en el lavabo no alcanzaría a lavarle la cabeza a un gorrión.

Sugiero pedir un tamal (es un plato típico de la región andina colombiana, es una deliciosa masa que contiene en su interior porciones de carne de cerdo, res y pollo, el mazacote está envuelto por hojas de plátano), vale la pena acompañarlo con chocolate caliente, almojábanas (panecillo de harina, su nombre es árabe, y se cree que es autóctono de la región cundiboyacense, pero no, su origen es tan árabe como su nombre), también pueden pedir pan, es una maravilla, difícilmente se conseguiría un pan así de sabroso en toda Bogotá. Los precios son cómodos para el viajero promedio. Deben estar preparados para recibir ofertas a mitad de la ingesta matutina que rompe el ayuno. Una niña suele ingresar al lugar con una canastilla con pequeñas bolsas plásticas que contienen bellas alverjas. Sus ojos son tan verdes como esmeraldas, y su cabello rubio suele brillar con los rayos del sol, pero toda esa belleza se va para el carajo cuando ofrece su producto. Tiene una voz de lamento, que rompe el corazón, y el encanto del viaje se acaba pronto. El país cuenta con cuatro millones de desplazados por la “violencia” (así se le dice a una guerra irregular que hace pareciera hacer parte del patrimonio y cultura nacional), además de dos millones de colombianos que viven por debajo del nivel de pobreza. Esa es la verdadera cara de este país. La de esa niña. Y pronto hay que hacerse con la dureza del corazón del colombiano y repasar por la mente todo el argumento para terminar el alimento:


My Self o Your self
(V.O):

Este país no tiene salvación, no es culpa tuya, la vida de un hombre no es suficiente para cambiar el mundo dijo Henry Miller, y tu leíste a Miller, tu le crees, además en África están peor, esta china (así se le dice en el interior del país a los niños, no se por qué) por lo menos tiene colores en los cachetes(mejillas), y algo con que vivir, así es la vida, la culpa es del gobierno, gobierno hp, presidente cabrón, deuda externa de mierda, políticos ladrones... Listo.

Se puede continuar con el festejo de sabores, de todas maneras ya no sabe igual. Claro que si usted es alemán, y lo asalta el cargo de conciencia que a algunos arios les brota en estos lares por la opulencia de la tierra bávara que les vio nacer, es posible que con tan solo un billete de 10.000 sea suficiente(en Colombia hay billetes con cuatro ceros). La china, feliz, le entregará las alverjas y una sonrisa que usted podrá capturar con su Nikon digital. Claro que si usted es francés seguramente se invente una fundación con el nombre de su abuela paterna para enviar recursos que le permitan a la niña ir al colegio, y luego a la universidad para que estudie más duro y sea una joven ilustrada, sin empleo, y oportunidades en la gran Bogotá,y todo, para que después, finalmente, regrese al pueblo, pegue el cartón (el diploma de graduación, aquí en Colombia es de mucho cache (cache es distición) ser profesional),retome el canasto de la infancia y salga a vender alverjas.

Si usted va en domingo podrá hacer la digestión de la masa del tamal, la masa de la almojábana, la masa del pan, y la grasa del cerdo y el pollo, mientras escucha a la banda municipal tocar un repertorio de música criolla y selectos pasajes de piezas clásicas de Bethoveen y Ravel. ¿ Qué más se le puede pedir a la vida cuando usted no es el último paquete de alverjas en el fondo del canasto? Como diría Roberto Benigni La Vita è bella. Por lo menos para él.

Después del si bemol que cerró la última tonada. Me meto en el auto con toda mi mala leche. Estiro mis piernas, me acomodo los huevos, y espero que el coche se ponga en marcha.



H. Lamondat /07







viernes, 9 de marzo de 2007

Potpurri Boyáco

Finalmente, y luego de muchas vicisitudes, las letras regresan a La Luna en quiebra con un especial que justifica el silencio impuesto por la tarea diaria de ganarse el pan. H. Lamondat llegó de su kilométrico periplo con un potpurrí boyáco para los lectores de esta quiebra voluntaria. Nuestra dedicada lectora charrúa y otros invitados podrán deleitarse con algunos entremeses del cuaderno de viajes que nuestro corresponsal logró trazar en medio de una deshidrata experiencia y una toxoplasmosis recalcitrante.

Héctor Lamondat (arriba en la foto) fomentó el reencuentro con sus hermanos. Después de 20 años de disputas y orgullo, finalmente, el clan Lamondat da por terminada la disputa añeja que desde la infancia zanjó el amor desmedido de tres hermanos por "Clarita" la vaca de sus lactosas infancias. Atrás quedaron las amargas ofensas, y el amor filial arde con furor para felicidad de toda la estirpe Lamondat. Nuestro cronista se adentró en su Choncotá (Cundinamarca) natal para limar las asperezas del ayer antes de buscar terreno en su destino de viaje. La tierra boyacense.

Su manager, al responder los llamados de la dirección de La luna en quiebra, informó vía telefónica, que su apoderado manifestó desde su lecho de enfermo en recuperación, una sentencia prometedora:

-Es cuestión de días para estar de vuelta.

Así pues, damos respuesta al Tsunami de correos de papel y electrónicos que llegaron a nuestra redacción indagando por la suerte de Lamondat.

Desde aquí un un gran saludo para nuestro cronista en franca recuperación.