martes, 23 de enero de 2007

El curso que repetí II

A Marsalino lo engendraron en los ratos de ocio. Nació jugando con las malas rachas y el verbo. Mar por lo extenso. Salino por la cantidad de mala suerte que esparció sobre esos pobres hombres. Los días extraños los culpaban al beato. Golpizas en los recreos. Comuniones amargas. Palabrotas a la salida. Confesiones mentirosas. Madrugadas infructuosas. Misas sin malos pensamientos. El beato guió la senda del silencioso y pesado fracaso de los amigos de María. Náufragos de parque que en vos confiaron. El olor del veneno les abrió llagas. Tres pingüinos de cera bebieron botellas de alcohol barato en una mesa para párvulos. Hubo fuego en la casa. Fueron sus llamas. Los perros traidores que hicieron de la hipocresía un sucio hostal. De día coleccionaban estampitas de María y medallitas con retazos benditos de tu sagrado cagajón. En las noches fluían ríos enteros de prolijo semen adolescente. Hervían las manos. Videocintas pornos. Revistas con suecas descomunales. Tiovivo de potros reprimidos corriendo tras coños sin fondo. Abismos inexistentes. Calles vacías. Beato, en vos confiaron. Y les enseñaste la pobreza. La otra mejilla. Y el canto del gallo. Hubo amor a la patria y casi les cuesta la vida. Ganaron pensamiento. Ovejas obedientes. Fueron felices cuando no tenían sueños. Escucharon el cuento del salvaje que lo mató la cruz y no se lo creyeron.En vos confiaron. Culpa. Conmiseración. Humildad. Templanza. Pura mierda.

A los salesianos les gusta peregrinar con constancia al burdel. A los maristas el amor incondicional por la botella. Con las damas, la incomunicación. Mala cara para los señoritos de la virtud sin un peso en la billetera. Pero no importaba. Porque entonces el reino de los cielos era para los pobres. No había más para acumular que la ilusa esperanza. Pues solo un puñado acierta en la ruleta que hace realidad los sueños fofos. Había un cristo que besar antes de ir a la cama. Les diste el veneno de la última tentación y un muro de Pink Floyd. Para que lamentaran el resto de sus días la juventud de tobogán que se fue por el desagüe. Hubo agobio. Visitaron la alegría rota. Fueron la canción iracunda de la bala perdida condenada al exilio. Los premiaron con 1000 noches sin fortuna en la esquina del púgil caído. Ahora son devotos de la otra María. La Magdalena de Atunes. Cuarentona siempre risueña de pechos de caucho. Dueña de la caricia del pezón marchito pero aún caliente.

Ellos. Porque aprendí, con los años, el secreto dormido de las lecciones de boxeo. La sangre en la piel. Hasta el último asalto. Sin dar la otra mejilla. Con los ojos cerrados. Anhelando unos ojos verdes. Puño a Puño. Letra a letra. Asfalto tras asfalto.

Marsalino, ya no confío.

H.Lamondat/07.




2 comentarios:

Edwin dijo...

Estimado Lamondat:

Este texto es de antología. Estoy tentado a reseñarlo en el foro de nuestra pagina: http://www.exalumnoschampagnat.org/
para que otros champañeros y exchampañeros iluminen los pasadizos oscuros de los recuerdos con la luz de la sabiduria de marsalino y su legado vital, para todos los que recorrimos con ansiedad los pasillos del Colegio Champagnat de Bogotá.

Lamondat dijo...

Gracias, compa.